miércoles, 27 de junio de 2007

El triunfo de Macri y los puntos de inflexión por Gabriela Pousa (*)

Tiempo Argentino/Zetavisión/Z Inter Press
Si bien es un contundente llamado de atención hacia el Gobierno, la victoria del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debería ser analizada con cautela hacia el futuro: los argentinos solemos ilusionarnos vanamente con ciertos hechos que, pensamos, cambiarán radicalmente el escenario.


Muchas veces, en la Argentina nos entusiasmamos por hechos que creíamos “puntos de inflexión” capaces de marcar grandes cambios. Sin embargo, el entusiasmo dura lo que un castillo de naipes y los cambios nunca llegan.

Anuncios presidenciales como las inversiones chinas o el mensaje inicial que promulgaba una justicia independiente renovando los miembros del máximo tribunal generaron expectativas vanas en la gente. Este mecanismo habitualmente es fogoneado desde el poder con el fin de atenuar alguna suerte de descenso en la imagen del Gobierno, pero, en otros casos la sensación de cambio surge espontáneamente en la ciudadanía harta de lo que hay. Algún acontecimiento repentino sugiere la posibilidad de que se altere el panorama y se habla de “punto de inflexión” aunque sólo se trate del deseo de que las cosas den un vuelco para mejor. Ejemplo de ello han sido las movilizaciones sociales en reclamo de seguridad tras el secuestro de Axel Blumberg. Muchos esperaron que el Gobierno reaccionara. Lo cierto es que el tiempo ha pasado y no se alteró un ápice la desidia oficial.

El triunfo de Mauricio Macri parece ser ahora un nuevo “punto de inflexión” en la política nacional. “Nace un nuevo liderazgo”, vaticinan varios. Más allá de las expectativas, la antesala a la segunda vuelta electoral estuvo signada por las apuestas acerca de la diferencia que separaría al líder del PRO del candidato oficial. Parecería que estar un 20% arriba es algo distinto a estarlo un 15%. Posiblemente, el Gobierno pretenda justificar la derrota con especulaciones de ese tipo, olvidando que en política, como en el fútbol, lo que cuentan son los hechos. Si un partido se gana por un gol da lo mismo que haya sido de penal o no. Por eso, el número de votos obtenidos en esta segunda vuelta no cambia el resultado de la elección y sólo puede servir para el lamento autojustificado. Mientras tanto, la realidad indica que, pese a la caja que ata a las provincias y al clientelismo exacerbado, los resultados electorales no están siendo favorables al kirchnerismo.

Aun así, pensar que este triunfo del PRO es un nuevo “punto de inflexión” en el escenario político nacional es un poco exagerado. Si tenemos en cuenta cómo se ha manejado el presidente Néstor Kirchner ante situaciones adversas, podemos inferir que esta nueva derrota no modificará un ápice la conducta del Jefe de Estado. El triunfo macrista no obrará grandes cambios ni generará una actividad diferente a la que ha habido hasta ahora en la presidencia: proselitismo básico. Terminado ya el primer mandato, en Balcarce 50 todavía no se ha llevado a cabo una gestión específica en materia de políticas de Estado y las amenazas ciertas de nuevos fracasos (el caso energético, por ejemplo) están a la vuelta de la esquina. Por otra parte, reconocer que la crisis está afectando la economía no es un cambio de política si no está acompañado de acciones conducentes a resolver el problema. Y, en este aspecto, se insiste con un puñado de “soluciones” que en vez de poner fin a la crisis, la administran perpetuándola en el escenario.

Subsidios, aumento del gasto público y arbitrario manejo de los datos no evitan los colapsos. Por caso, los subsidios por combustibles, energía y transportes durante el año 2006 sumaron $ 5.000 millones y se estima que alcanzarán este año los $ 9.000 millones. Así, el gasto público en dólares asciende, prácticamente, a los 66 mil millones, que fue el gasto público existente en el año 2001 cuando todos tambaleamos. La producción no alcanza para cubrir el aumento de la demanda. ¿De qué sirve, entonces, un crecimiento que nos hace decaer en calidad de vida? Pareciera una contradicción en términos. Si teniendo el primer mandatario todas las variables a su favor cuando comenzó su mandato no impulsó políticas precisas para evitar situaciones extremas, nada indica que lo hará ahora que entra en una etapa meramente electoral y debe reforzar un esquema de poder que flaquea.

Un verdadero “punto de inflexión” empezaría por establecer una política económica concreta y abrir el diálogo. Una supuesta reunión entre Kirchner y Macri puede ser un dato novedoso, pero no debe entenderse como un giro en la conducta del Jefe de Estado. Hay que ver si, el día después de asumir Macri, desde la Nación se le allana el camino o sólo se le pone obstáculos. No olvidemos la quema de villas miserias ni las cloacas tapadas en la última tormenta previa a la primera vuelta. Hay situaciones que de casuales no tienen un ápice. El Gobierno ha venido actuando en momentos adversos siguiendo la estrategia del avestruz. Ofuscación y silencio de radio han sido hasta ahora las únicas conductas oficiales ante los reclamos sociales. Porque los triunfos de la oposición deberían interpretarse, más allá de los porcentajes, como lo que realmente son: reclamos de la sociedad.

En la primera vuelta electoral lo que fue un llamado de atención (46% de los votos), en el kirchnerismo se lo consideró una mera “equivocación”. ¿Qué nos hace pensar que ahora las cosas van a ser diferentes? En el Gobierno persistirá la idea de que un sector de la sociedad está equivocado. Nuevas teorías de conspiración se tejerán en los despachos. La derrota en política es siempre huérfana. Los intérpretes de la Casa Rosada tienen sus propios diccionarios y a este fracaso le hallarán alguna suerte de acepción positiva. ¿Acaso Daniel Filmus no aumentó su caudal electoral? Ya está. Con eso se puede enfrentar el atril una vez más.

En este trance de ignorar la realidad, el error y la experiencia no enseñan. Para el Gobierno, Mauricio Macri será un adversario y no el nuevo Jefe de la Ciudad, así como los expertos en materia energética que pronosticaban esta actualidad fueron identificados en su momento como agoreros del mal. Con un Ejecutivo que no sabe ni quiere escuchar, por más entusiasta que sea la sociedad, no habrá “punto de inflexión” que modifique lo que hay.

La victoria del PRO, amén de una adhesión a una propuesta política determinada, implica un rechazo a la política oficial, rechazo que ha sido paradójicamente impulsado por el mismísimo Gobierno, que nacionalizó la elección. Dar marcha atrás no condice con el “estilo K” y en los despachos de la Casa Rosada lo que cuenta, ahora, es manejar las tapas de los diarios, rezar para que el termómetro sea kirchnerista y “matarse” entre ellos en internas que permitan, llegado octubre y quienquiera sea el candidato oficialista, perpetuarse en las sillas (*) Gabriela Pousa, argentina, es Licenciada en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y Máster en Economía y Ciencias Politicas por la ESEADE. Es investigadora asociada a la Fundación Atlas, miembro del Centro Alexis de Tocqueville y del Foro Latinoamericano de Intelectuales. Actualmente asesora a entidades diplomáticas, grupor inversores y empresas en temas vinculados a política y economía. Es conferencista en diversos foros de Análisis Política y colabora como editorialista del diario La Nación de Buenos Aires y en Economia para Todos. Es autora de “La opinión pública: nuevo factor de poder”. © http://www.economiaparatodos.com.ar/ tiempoargentino@gmail.com

domingo, 10 de junio de 2007

El Cristianismo y los Montoneros por Daniel Balditarra (*)

Tiempo Argentino/Zetavisión /Z Inter Press


Mucho se díjo de los montoneros, poco se escribió de sus orígenes, y sobre todo de sus ideas, que provenían de distintas corrientes políticas y filosóficas, una de ellas era cristiana, y en particular católica.

Una de las fuentes hay que buscarla en la revista "Cristianismo y Revolución", se publicó por primera vez en 1966 y continuó hasta Septiembre de 1971. El director era un ex seminarista, se llamaba Juan Garcia Elorrio, también escribían en aquella revista firmas como las de Eduardo Galeano, John William Cooke , Miguel Grinberg, Raimundo Ongaro, José Ricardo Eliaschev, Rubén Dri, Emilio Jáuregui y Miguel Ramondetti. Los principios se inspiraban a las nuevas interpretaciònes teológicas y sociales emanadas del Concilio Vaticano II y de la Doctrina Social de la Iglesia. Las reflexiónes llegaban principalmente desde Francia, del personalismo de Mounier al humanismo integral que soñaba Maritain, tiempos de “La ecclesiam suam", "La populorum progressio", los polémicos documentos de Medellin que orientaban la Iglesia a una nueva pastoral, a buscar los caminos prioritarios para una liberación política y cultural de los pueblos de América Latina.

Muchos jóvenes católicos, de familias media alta, leían aquellas publicaciónes, uno de ellos, (para citar un ejemplo), se llamaba Fernando Abal Medina, era un joven culto, delgado, alto y de rostro anguloso, que por entonces admiraba a León Bloy, un místico francés antiguo comunero convertido bajo el régimen de Adolphe Thiers en un católico febril y extremista.

En el año 1964, Fernando era miembro de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), rama juvenil de la Acción Católica, agrupación que abandonó ese mismo año al conocer al carismático sacerdote Carlos Mugica, convirtiéndose en uno de sus más devotos seguidores espirituales y políticos. En dichas instancias estuvo siempre acompañado por su inseparable amigo y compañero del Colegio Nacional de Buenos Aires Carlos Gustavo Ramus, junto al cual eligieron más tarde el camino de la lucha armada perdiendo la vida.

¿Cuales eran las ideas de "Cristianismo y revolución"?, ¿Que resumen podemos hacer del mensaje de aquella revista? Yo creo que lo podemos sintetizar así: “Se creía entonces que el verdadero socialismo era el cristianismo, y que solo un socialismo latinoamericano podía garantizar a los trabajadores la participación al poder. El rostro de Cristo era el rostro del obrero explotado, Jesús vivía en las villas, en los analfabetos, en los pobres, allí en lo más bajo había que identificar los nuevos paralíticos y los nuevos ciegos, a quienes se tenía que regalar la vista y devolver la libertad.

Las ideas sucesivas de crear un estado socialista y peronista, el sueño de construir una Patria socialista con el compromiso y la lucha armada, fue una consecuencia equivocada de aquellos años calientes.

La verdad es que se pensaba que el mundo se podía cambiar mañana, se creía sinceramente en la utopía y se sentía su fuerza transformadora, se experimentaba la energía de una idea común profundamente amada por una èlite de intelectuales que iba de los estudiantes, pasando por los trabajadores hasta llegar a las fibras intimas del pueblo. Así se pensaba, así estábamos convencidos los que una vez respiramos los perfumes de aquellos vientos.

A las llanuras del oeste bonaerense aquel tipo de cristianismo, (no violento), entró a través del colegio San Agustin de los padres Marianistas de Nueve de Julio con el sacerdote Enrique Barbudo y el entonces seminarista Manuel Madueño (Manolo). Fueron numerosos los jóvenes que en la primera mitad de los años 70 participaron del movimiento de jornadas, de las misiónes en los partidos de General Villegas y Rivadavia, Ruben Garcia, Beatriz Pringles, Ruben Caputo y quien escribe vivimos intensamente aquella experiencia.

Algunas veces, cuando me quedo solo y pensativo, veo todavía el cura Enrique con la guitarra en mano cantar junto al fuego con la luna por testigo aquella canciòn :"Donde murió Camilo nació una cruz pero no de madera si no de luz, lo mataron cuando iba por su fusil, Camilo Torres muere para vivir”.
Otros años, otros jóvenes, un tiempo que parece tan lejos y al mismo tiempo tan cerca.

Daniel Balditarra es un argentino radicado en Milán desde 1988-Escribe en el Diario El País de España: www.elpais.com tiempoargentino@gmail.com

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